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ACTO I, ESCENA II.

para esta resolucion, porque no debo olvidarme de la diferencia que hay entre sus arios y los mios. Mas quiero verla agena, que poseerla á costa de la menor repugnancia suya.

D. GREGORIO.

¡Qué blandura, qué suavidad! Todo es miel y almivar..... Pero permítame usted que le diga, señor hermano, que cuando se ha concedido en los primeros arios demasiada holgura á una niña, es muy difícil ó acaso imposible el sujetarla despues, y que se verá usted sumamente embrollado cuando su pupila sea ya su muger, y por consecuencia tenga que mudar de vida y costumbres.

D. MANUEL.

¿Y por qué ha de hacerse esa mudanza?

D. GREGORIO.

¿Por qué?

D. MANUEL.

Sí.

D. GREGORIO.

No sé. Si usted no lo alcanza, yo no lo sé tampoco.

D. MANUEL.

¿Pues hay algo en eso contra la estimacion?