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ACTO I, ESCENA II.

un marido tan caviloso como usted y tan desconfiado, por el nombre que tengo que me las habia de pagar.

D. GREGORIO.

Mira la buena enseñanza que das á tu familia, ¿ves? ¿Y lo sufres con tanta paciencia?

D. MANUEL.

En lo que ha dicho no hallo motivos de enfadarme sino de reir, y bien considerado no la falta razon. Su sexo necesita un poco de libertad, Gregorio, y el rigor excesivo no es á propósito para contenerle. La virtud de las esposas y de las doncellas no se debe ni á la vigilancia mas suspicaz, ni á las zelosías, ni á los cerrojos. Bien poco estimable sería una muger, si solo fuese honesta por necesidad y no por eleccion. En vano queremos dirigir su conducta, si antes de todo no procuramos merecer su confianza y su carino. Yo te aseguro, que á pesar de todas las precauciones imaginables, siempre temería que peligrase mi honor en manos de una persona á quien solo faltase la ocasion de ofenderme, si por otra parte la sobraban los deseos.