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ESCUELA DE LOS MARIDOS.

yo no sé cómo ella tomará semejantes procedimientos, pero bien adivino el efecto que haría en mí una desconfianza tan injusta. Mi hermana es, pero dejaria de tener mi sangre, si fuesen capaces de inspirarla amor esos modales feroces, y esa opresion en que usted la tiene.

JULIANA.

Y dice bien. Todos esos cuidados son cosa insufrible. ¡Encerrar de esa manera á las mugeres! Pues qué, ¿estamos entre turcos, que dicen que las tienen allá como esclavas, y que por eso son malditos de Dios? ¡Vaya que nuestro honor debe ser cosa bien quebradiza, si tanto afán se necesita para conservarle! Y qué, ¿piensa usted que todas esas precauciones pueden estorbarnos el hacer nuestra santísima voluntad? Pues no lo crea usted, y al hombre mas ladino le volvemos tarumba, cuando se nos pone en la cabeza burlarle y confundirle. Ese encerramiento y esas centinelas son ilusiones de locos, y lo mas seguro es fiarse de nosotras. El que nos oprime, á granelísimo peligro se expone; nuestro honor se guarda á sí mismo, y el que tanto se afana en cuidar de él, no hace otra cosa que despertarnos el apetito. Yo de mí sé decir, que si me tocara en suerte