Deja esta carta, cierra tus ojos al mundo exterior que te rodea, vuélvelos á tu alma, presta atención á los confusos rumores que se elevan de ella, y acaso lo comprenderás como yo.
En mi anterior te dije que la poesía eras tú, porque tú eres la más bella personificación del sentimiento, y el verdadero espíritu de la poesía no es otro.
A propósito de esto, la palabra amor se deslizó de mi pluma en uno de los párrafos de mi carta.
De aquel párrafo hice el último. Nada más natural.
Voy á decirte por qué.
Existe una preocupación bastante generalizada, aun entre las petsonas que se dedican á dar formas á lo que piensan, que, á mi modo de ver, es, sin parecerlo, una de las mayores.
Si hemos de dar crédito á los que de ella participan, es una verdad tan innegable, que se puede elevar á la categoría de axioma, el que nunca se vierte la idea con tanta vida y precisión, como en el momento en que ésta se levanta, semejante á un gas desprendido, y enardece la fantasía y hace vi-