mente del espíritu; reside en su alma, vive con la vida incorpórea de la idea, y para revelarla necesita darla una forma. Por eso la escribe.
En la mujer, por el contrario, la poesía está como encarnada en su ser, su aspiración, sus presentimientos, sus pasiones y su destino son poesía: vive, respira, se mueve en una indefinible atmósfera de idealismo que se desprende de ella, como un fluido luminoso y magnético; es, en una palabra, el verbo poético hecho carne.
Sin embargo, á la mujer se la acusa vulgarmente de prosaismo. No es extraño: en la mujer es poesía casi todo lo que piensa; pero muy poco de lo que habla. La razón yo la adivino, y tú la sabes.
Quizá cuanto te he dicho lo habrás encontrado confuso y vago. Tampoco debe maravillarte.
La poesía es al saber de la humanidad lo que el amor á las otras pasiones.
El amor es un misterio. Todo en él son fenómenos á cual más inexplicables; todo en él es ilógico; todo en él es vaguedad y absurdo.
La ambición, la envidia, la avaricia, todas las demás pasiones tienen su explicación y aún su objeto, menos la que fecundiza el sentimiento y lo alimenta.
Yo, sin embargo, la comprendo; la comprendo por medio de una revelación intensa, confusa é inexplicable.