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Gustavo A. Becquer.

un contraste singular con los grandiosos recuerdos que á ella viven unidos. La superioridad de la idea sobre la materia, la mirábamos allí como simbolizada. Monumentos que sus autores creyeron imposibles de destruir; razas poderosas que sujetaron el mundo á su poder; imperios construidos por la espada sobre las ruinas de otros imperios; civilizaciones que los siglos contribuyeron á perfeccionar, todo se ha borrado, mientras un templo humilde, erigido sobre la tumba de una doncella por algunos hombres oscuros, á quienes sólo animaba la fe, ha atravesado las edades, ha hecho frente á las invasiones, y aunque perdiendo sus formas, siempre conservando su espíritu, existe hoy solo, mas con su mismo nombre, con su mismo objeto, en mitad de esa llanura erizada un día de palacios gigantes, de circos asombrosos, de termas sin número, de las que sólo quedan la memoria ó algunos fragmentos informes.

De estas consideraciones que de tropel asaltaron nuestra mente, vino á arrancarnos la voz de nuestro guía, que nos invitaba á penetrar en la iglesia antes que la ya dudosa luz de la tarde se extinguiese por completo.

Traspasamos el umbral de Santa Leocadia. La rápida transición de la claridad del atrio á las sombras que bañaban el interior de la iglesia, nos deslumbró al principio. Después, gracias á algunos