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Recuerdos de un viaje artístico.

dejó en cada uno de sus extremos las asombrosas huellas de su paso. Eran tan rápidas las ideas, que se atropellaban entre sí en la imaginación como las leves olas de un mar que pica el viento; tan confusas, que deshaciéndose las unas con las otras, sin dar espacio á completarse, huían como esos vagos recuerdos de un sueño que no se puede coordinar, como esos fantasmas ligerísimos, fenómenos inexplicables de la inspiración, que al querer materializarlos pierden su hermosura, ó se escapan como la mariposa que huye dejando entre las manos que la quieren detener el polvo de oro con que sus alas se embellecen.

Abandonamos el circo, siguiendo nuestro paseo á través de una ancha vía romana, de la que sólo quedan algunos vestigios. Estos, que se reúnen ya en forma de arcos informes, por entre cuyas grietas suben enredándose las campanillas silvestres, ya en figura de rotos pedestales ó de ruinosos lienzos de muros, apenas se alzan del terreno que los cubre lo suficiente para indicar la planta de las construcciones á que pertenecían.

Menos de un cuarto de hora habría trascurrido desde que comenzamos á atravesar la vega, cuando nuestro guía nos llamó la atención sobre un pequeño edificio de forma circular, en cuyos muros se observaban tres series de arcos árabes rehundidos, colocados los unos sobre los otros, y al que