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Gustavo A. Becquer.

Rafael. Si ha muerto, la venganza de su padre será terrible.
Jacobo. De todos modos, es preciso que salgas de Venecia antes que llegue el día, y de Italia en cuanto encuentres ocasión.
Rafael. ¡Antes que llegue el día!... El día clareará dentro de una hora.
Jacobo. Por eso creo una locura lo que haces...
Rafael. ¡Una locura !!! Por ella he matado á un hombre, al que solo por ella odiaba... por ella he puesto en peligro la existencia de nuestros hermanos, los afiliados para la grande obra... por ella dejo á mi madre anciana y sola, expuesta á la ira de mis enemigos, y pierdo acaso para siempre mi hogar y mi patria, ¿y quieres que la abandone sin decirle adiós?
Jacobo. Como no hay nada más inútil que los consejos que no han de aprovecharse, no te respondo nada para combatir tu idea; pero yo la sigo creyendo una locura ó una temeridad, que viene á ser la misma cosa.
Rafael. Levanta los remos... ya hemos llegado. (Rafael salta á tierra) ¿Me esperarás aquí?
Jacobo. Aquí te espero... ¡Ah!... escucha... un instante... cuando veas que apunta el día, acuérdate que si nos sorprende el sol en este sitio, no te costará á tí solo la cabeza, sino á mí también... (Rafael se aleja).