vano se procura disimular la crisis comercial hasta tanto que los joyeros de Alemania y los comerciantes holandeses hayan realizado sus existencias; á un mismo tiempo, un periódico inglés y dos revistas de intereses materiales de Bélgica han dado la voz de alarma.
Las perlas van á desaparecer del catálogo de los objetos preciosos: ya las mujeres no las verán con un suspiro de envidia detrás de la iluminada anaquelería de un joyero; ya no harán un primer papel en las anécdotas galantes; sin embargo, su historia es tan brillante como antigua. Mucho se ha discutido acerca de la época de la primera exportación de esta materia preciosa, objeto siempre de un gran comercio entre la India y las naciones occidentales. Homero no habla de las perlas, y con este dato niegan algunos que se conociesen antes de emplearlas los romanos. En el libro de Job y el de los Proverbios se mencionan, y ateniéndose á esta cita, parece indudable que, al menos del pueblo judío, fueron conocidas desde tiempos muy remotos.
La primera perla célebre de que habla la historia, perla que por otra parte merecía con razón ser mencionada, es la que Julio César dió á Servilia, hermana de Catón de Útica. Hoy no es posible formarse una idea exacta de sus condiciones y su tamaño, por ignorarse el precio que tenían y la tasación aproximada; pero es seguro que no debió