uno por uno sus nombres, títulos y condecoraciones; acaso esta nueva fórmula serviría de bálsamo á sus familias».
Cuando el acompasado martilleo de la grave campana cesa un instante y su eco lejano se confunde y se pierde entre la nube de notas que lleva el viento, comienza á percibirse el tañido triste, desigual y agudo de un pequeño esquilón.
— «Yo soy, dice, la voz que canta y que llora las alegrías ó los pesares del lugar que domino desde mi espadaña: yo soy la humilde campana de la aldea, la que llama con plegarias ardientes el agua del cielo sobre los agostados campos, la que ahuyenta las tempestades con sus piadosos conjuros, la que voltea trémula de emoción y pide socorro á gritos cuando el fuego devora las mieses.»
« Yo soy la voz amiga que da al pobre su último adiós; yo soy el gemido que ahoga el dolor en la garganta del huérfano y que sube en las aladas notas de la campana hasta el trono del padre de las misericordias.»
« Al escuchar mi tañido, brota involuntariamente una oración del labio y mi último eco va á espirar al borde de las fosas escondidas llevado por el aire que parece rezar en voz baja agitando las altas yerbas que las cubren.»
« Yo soy el llanto que escalda las mejillas, yo soy el sentimiento que seca la fuente de las lágrimas,