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Gustavo A. Becquer.

III.


La aristocracia en sus bailes de buen tono comienza por desterrar la careta, ó no permitirla hasta cierta hora de la noche. Hasta aquí la aristocracia es lógica. En otras épocas, cuando todos se conocían perfectamente y sabían hasta el abolengo de cada persona medianamente visible, era una gracia no conocerse en esta ocasión. Hoy que todo se ha mezclado en el Babel social, el verdadero chiste consistiría en podernos conocer unos á otros siquiera un par de días al año.

Suprimida la careta, la idea filosófica que preside á la fiesta del Carnaval cae por su base y queda reducida á un pretexto. Se trata de conceder más libertad á la modista en un momento dado, de ensanchar el círculo de los caprichos de la toilette, de poderse permitir combinaciones de telas, colores, joyas y adornos vedados en otra ocasión por las inflexibles leyes de la moda. Considerando la cuestión bajo este aspecto, podría decirse que aunque en pormenores, el Carnaval llena aquí su objeto. La moda es una tiranía, prescribe el color, la forma y las dimensiones del traje de nuestras damas. Rubias y pelinegras, morenas y blancas, altas y