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Gustavo A. Becquer.

clamaciones de ternura, á las que presta realce la lágrima que humedece sus ojos enrojecidos por el sentimiento y la bebida!

Por desgracia ó fortuna para el sentimiental compadre, todas aquellas galas oratorias, todas aquellas expansiones inconscientes, todo aquel tesoro de cariño de un alma que se abre á la expansión después de estar largo tiempo comprimida, se pierden en el vacío. El no sabe lo que se dice: en cambio su Pílades tampoco se da cuenta de lo que oye. Majestuoso en su olímpica serenidad, á plomo sobre su abultado vientre, envuelto en los anchos plieges de su capa como en una toga, permanece inmóvil é imponente, semejante á aquellos senadores romanos que al acercarse los bárbaros á Roma esperaban tranquilos la muerte sentados en sus sillas curules.

Este es el vino solemne, el vino epopéyico del que se emborracha, como (dado caso que bebiese) se emborracharía una esfinge. Emoción profunda que sólo se revela por raras interjecciones, que aunque tiene los ojos abiertos no ve, que aunque finge prestar atención no oye, que está toda reconcentrada en el interior del individuo, de cuyo estómago se eleva lento hasta la cabeza el vapor del vino como se eleva la nube del incienso del ara de un altar...

La noche que deja en profundas tinieblas á núes