píos subterráneos de Elefanta: por otros un madero, un pilar de adobes ó el tronco de una encina que sirve de puntal, revelan el carácter típico de su obra, que no es, como suele decirse, de romanos ni mucho menos. Tal es la que sirve de refugio á nuestros dos compadres. La muda admiración con que el huésped contempla la larga fila de ventrudas tinajas que se prolonga hasta perderse degradándose entre las sombras del fondo, las respetuosas ceremonias con que el anfitrión destapa la más venerable á fin de preparar la ofrenda, el silencio con que no ya en copa de cristal tallado, en caña ó cubillo, sino en clásico puchero de barro, comienzan ambos á trasegar al estómago el reverenciado líquido, dan á conocer que se sienten poseídos de toda la majestad del sitio en que se hallan, de toda la grandeza del misterio que en ellas va á operarse.
Los tragos menudean, el silencio se interrumpe y la tagarnina comienza á delinearse con carácter propio en cada uno de los actores.
En el uno se traduce el progresivo influjo del mosto por medio de la animación siempre creciente. Las palabras, primero lentas y entrecortadas, se suceden y se eslabonan con rapidez maravillosa. La actitud, el gesto, la acción, se hacen más vivos y acentuados; las ideas adquieren nueva lucidez y se producen por medio de imágenes, la imagina