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Gustavo A. Becquer.

iglesia ha tocado á vísperas, al tiempo que el alcalde, el cura, el boticario y algún primer contribuyente de capa parda, arreglan los destinos del país midiendo con lentos pasos el pórtico; en tanto que las comadres del lugar juegan al guiñóte ó al julepe próximas á la lumbre, donde hierve el espeso chocolate de la merienda; mientras las mozas bailan en la picota y los mozos juegan á la barra ó recorren las calles desgañitándose al compás de un guitarrillo destemplado, nuestros dos héroes se presienten, se buscan, y después de encontrarse, sin cambiar una sola palabra, sin preceder siquiera algo semejante á la invitación del poeta latino, como empujados por una fuerza sobrenatural, se encaminan á las afueras de la población, si no á beber vino del tiempo de los cónsules, á saborear el contenido de una tinaja de lo añejo, cuyo zumo tal vez exprimió niño el que hoy lo consume anciano.

En muchos pueblos de Aragón, y particularmente en la parte alta de la provincia, una senda que pasa costeando el lugar, se dirige en desiguales curvas por entre las quiebras del monte hasta el punto que en la falda de éste ocupan las bodegas. Socavadas en la peña viva, recibiendo la luz por los agujeros practicados en el granito, el conjunto de ellas sólo ofrece á la vista una serie de bocas abiertas en el corte vertical del terreno, cu