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Rimas

XLVII.

 
Yo me he asomado á las profundas simas
De la tierra y del cielo,
Y les he visto el fin ó con los ojos,
O con el pensamiento.

Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo,
Y me incliné por verlo,
Y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!


XLVIII.

 
Como se arranca el hierro de una herida
Su amor de las entrañas me arranqué,
Aunque sentí, al hacerlo, que la vida
Me arrancaba con él.

Del altar que la alcé en el alma mía
La voluntad su imagen arrojó,
Y la luz de la fe que en ella ardía
Ante el ara desierta se apagó.