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Gustavo A. Becquer
A contemplarle en la desierta plaza
Nos paramos los dos:
Y «ése, me dijo, es el cabal emblema
De mi constante amor».
¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces:
Verdad que el corazón
Lo llevará en la mano... en cualquier parte.
Pero en el pecho, no.
XLVI.
Me ha herido recatándose en las sombras,
Sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello, y por la espalda
Partióme á sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
Feliz, risueña, impávida; ¿y por qué?
Porque no brota sangre de la herida...
¡Porque el muerto está en pie!