Página:Obras de Bécquer - Vol. 3.djvu/129

Esta página ha sido validada
123
La soledad.

 con voz muy ronca: «aquí está».
 Y me respondió «aquí está»,
 y entonces me entró un temblor
 al ver que la voz salía
 de mi mismo corazón.

 
 Tenía los labios rojos,
 tan rojos como la grana...
 labios ¡ay! que fueron hechos
 para que alguien los besara.
 Yo un día quise... la niña
 al pie de un ciprés descansa:
 un beso eterno la muerte
 puso en sus labios de grana.

 
 Allá arriba el sol brillante,
 las estrellas allá arriba:
 aquí abajo los reflejos
 de lo que tan lejos brilla.
 Allá lo que nunca acaba,
 aquí lo que al fin termina:
 ¡Y el hombre atado aquí abajo
 mirando siempre hacia arriba!