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Gustavo A. Becquer.

su relato: ¿cómo estaba allí aquella mujer? ¿No la dijiste nada? ¿No te explicó su presencia en aquel sitio?

— No me determiné á hablarla, porque estaba seguro de que no había de contestarme, ni verme ni oirme.

— ¿Era sorda?

— ¿Era ciega?

— ¿Era muda? exclamaron á un tiempo tres ó cuatro de los que escuchaban la relación.

— Lo era todo á la vez, exclamó al fin el capitán después de un momento de pausa; porque era... de mármol.

Al oír el estupendo desenlace de tan extraña aventura, cuantos había en el corro prorumpieron en una ruidosa carcajada, mientras uno de ellos dijo al narrador de la peregrina historia, que era el único que permanecía callado y en una grave actitud:

— ¡Acabáramos de una vez! Lo que es de ese género, tengo yo más de un millar, un verdadero serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo que desde ahora pongo á vuestra disposición, ya que, á lo que parece, tanto os da de una mujer de carne como de piedra.

— ¡Oh! no... continuó el capitán, sin alterarse en lo más mínimo por las carcajadas de sus compañeros: estoy seguro de que no pueden ser como