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La promesa.

maldición terrible. El cielo ó el infierno deben querer algo de mí, y lo avisan con hechos sobrenaturales. ¿Te acuerdas del día de nuestro encuentro con los moros de Nebrija en el Aljarafe de Triana? Éramos pocos; la pelea fué dura, y yo estuve á punto de perecer. Tú lo viste, en lo más reñido del combate, mi caballo herido y ciego de furor se precipitó hacia el grueso de la hueste mora. Yo pugnaba en balde por contenerle; las riendas se habían escapado de mis manos, y el fogoso animal corría llevándome á una muerte segura.

Ya los moros, cerrando sus escuadrones, apoyaban en tierra el cuento de sus largas picas para recibirme en ellas; una nube de saetas silbaba en mis oídos, el caballo estaba á algunos pies de distancia del muro de hierro en que íbamos á estrellarnos, cuando... créeme, no fué una ilusión, vi una mano que agarrándole de la brida lo detuvo con una fuerza sobrenatural, y volviéndole en dirección á las filas de mis soldados, me salvó milagrosamente.

En vano pregunté á unos y á otros por mi salvador: nadie le conocía, nadie le había visto.

«Cuando volabais á estrellaros en la muralla de picas, me dijeron, ibais solo, completamente solo: por eso nos maravillamos al veros tornar, sabiendo que ya el corcel no obedecía al jinete».

Aquella noche entré preocupado en mi tienda: