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Gustavo A. Becquer.

hubiera acontecido una desgracia, llegaron al sitio en que acababa de tener lugar la maravillosa aparición. Reunida, pues, la comitiva y conocedores todos del suceso, improvisáronse unas andas con las ramas de los árboles, y en piadosa procesión, conduciendo los caballos del diestro é iluminándola con el rojizo resplandor de las teas, llevaron consigo la milagrosa imagen hasta Borja, en cuyo histórico castillo entraron al mediar la noche.

Como puede presumirse, don Pedro Atares no dejó pasar mucho tiempo sin realizar el deseo que había manifestado la Virgen. Merced á sus fabulosas riquezas, se allanaron todas las dificultades que parecían oponerse á su erección, y el suntuoso monasterio con su magnífica iglesia, semejante á una catedral, sus claustros imponentes y sus almenados muros, levantóse como por encanto en medio de aquellas soledades.

San Bernardo en persona vino á establecer en él la comunidad de su Regla, y á asistir á la traslación de la milagrosa imagen desde el castillo de Borja, donde había estado custodiada, hasta su magnífico templo de Veruela, á cuya solemne consagración asistieron seis prelados y estuvieron presentes muchos magnates y príncipes poderosos, amigos y deudos de su ilustre fundador don Pedro Atares, el cual para eterna memoria del señalado favor que había obtenido de la Virgen, mandó co-