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Desde mi celda.

habitantes de Trasmoz á la inagotable bondad del buen cura, que ni para disfrutar de una canongía con que en repetidas ocasiones le brindó el obispo de Tarazona, quiso abandonarlos: pero el mayor sin duda fué el libertarlos, merced á sus santas plegarias y poderosos exorcismos, de la incómoda vecindad de las brujas, que desde los lugares más remotos del reino venían á reunirse ciertas noches del año en las ruinas del castillo, que, quizás por deber su fundación á un nigromante, miraban como cosa propia, y lugar el más aparente para sus nocturnas zambras y diabólicos conjuros. Como quiera que, antes de aquella época, muchos otros exorcistas habían intentado desalojar de allí á los espíritus infernales, y sus rezos y sus aspersiones fueron inútiles, la fama de mosén Gil el limosnero (que por este nombre era conocido nuestro cura) se hizo tanto más grande cuanto más difícil ó imposible se juzgó hasta entonces dar cima á la empresa que él había acometido y llevado á cabo con feliz éxito, gracias á la poderosa intercesión de sus plegarias y al mérito de sus buenas obras. Su popularidad y el respeto que los campesinos le profesaban, iban, pues, creciendo á medida que la edad, cortando, por decirlo así, los últimos lazos que pudieran ligarle á las cosas terrestres, acendraban sus virtudes y el generoso desprendimiento con que siempre dio á los pobres hasta lo que él había