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Desde mi celda.

costumbre siempre que me ve escribir de noche, que le entregue la carta que ella á su vez dará mañana al correo, el cual baja de Anón á Tarazona al romper el día. Sabiendo que es un lugar inmediato á Trasmoz y que en este último pueblo tiene gran parte de su familia, me ha ocurrido preguntarle si conoció á la tía Casca, y si sabe alguna particularidad de sus hechizos famosos en todo el So- montano. No pueden ustedes figurarse la cara que ha puesto al oir el nombre dé la bruja, ni la expresión de medrosa inquietud con que ha vuelto la vista á su alrededor, procurando iluminar con el candil los rincones oscuros de la celda, antes de responderme. Después de practicada esta operación, y con voz baja y alterada, sin contestar á mi interpelación, me ha preguntado á su vez:

— ¿Sabe V. en qué día de la semana estamos?

— No, chica — la respondí; — pero ¿á qué conduce saber el día de la semana?

— Porque si es viernes, no puedo despegar los labios sobre ese asunto. Los viernes, en memoria de que Nuestro Señor Jesucristo murió en semejante día, no pueden las brujas hacer mala nadie; pero en cambio oyen desde su casa cuanto se dice de ellas, aunque sea al oído y en el último rincón del mundo.

— Tranquilízate por ese lado, pues á lo que yo puedo colegir de la proximidad del último domin-