nuestras reses. ¡Quien en mal anda, en mal acaba! exclamamos después de mirar una última vez al fondo oscuro del despeñadero; y santiguándonos santamente y pidiendo á Dios nos ayudase en todas las ocasiones, como en aquélla, contra el diablo y los suyos, emprendimos con bastante despacio la vuelta al pueblo, en cuya desvencijada torre las campanas llamaban á la oración á los vecinos devotos.
Cuando el pastor terminó su relato, llegábamos precisamente á la cumbre más cercana al pueblo, desde donde se ofreció á mi vista el castillo oscuro é imponente con su alta torre del homenaje, de la que sólo queda en pie un lienzo de muro con dos saeteras, que trasparentaban la luz y parecían los ojos de un fantasma. En aquel castillo, que tiene por cimiento la pizarra negra de que está formado el monte, y cuyas vetustas murallas, hechas de pedruscos enormes, parecen obras de titanes, es fama que las brujas de los contornos tienen sus nocturnos conciliábulos.
La noche había cerrado ya, sombría y nebulosa. La luna se dejaba ver á intervalos por entre los jirones de las nubes que volaban en derredor nuestro, rozando casi con la tierra, y las campanas de Trasmoz dejaban oir lentamente el toque de oraciones, como el final de la horrible historia que me acababan de referir.