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Gustavo A. Becquer.

últimas frases para ver el efecto que le hacían, que todo eso de las brujas y los hechizos no eran sino antiguas y absurdas patrañas de las aldeas.

— Eso dicen los señores de la ciudad, porque á ellos no les molestan; y fundados en que todo es puro cuento, echaron á presidio á algunos infelices que nos hicieron un bien de caridad á la gente del Somontano, despeñando á esa mala mujer.

— ¿Conque no cayó casualmente ella, sino que la hicieron rodar, que quieras que no? ¡A ver, á ver! Cuénteme usted como pasó eso, porque debe ser curioso, añadí, mostrando toda la credulidad y el asombro suficiente, para que el buen hombre no maliciase que sólo quería distraerme un rato, oyendo sus sandeces; pues es de advertir que hasta que no me refirió los pormenores del suceso, no hice memoria de que, en efecto, yo había leído en los periódicos de provincia una cosa semejante. El pastor, convencido por las muestras de interés con que me disponía á escuchar su relato, de que yo no era uno de esos señores de la ciudad, dispuesto á tratar de majaderías su historia, levantó la mano en dirección á uno de los picachos de la cumbre, y comenzó así, señalándome una de las rocas que se destacaba oscura é imponente sobre el fondo gris del cielo, que el sol, al ponerse tras las nubes, teñía de algunos cambiantes rojizos.

— ¿Ve usted aquel cabezo alto, alto, que parece