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Desde mi celda.

La escasa comunicación que tienen estos pueblecillos entre sí, son el origen de las radicales diferencias que se notan á primera vista entre los habitantes, aun de los más próximos. Dentro del tipo aragonés, que es el general á todos ellos, hay infinitos matices que caracterizan á cada región de la provincia, á cada aldea de por sí. El tipo de las añoneras es uno con muy leves alteraciones; su traje idéntico, sus costumbres y su índole las mismas siempre.

Más esbeltas que altas, en lo erguido del talle, en el brío con que caminan, en la elasticidad de sus músculos, en la prontitud de todos sus movimientos, revelan la fuerza de que están dotadas y la resolución de su ánimo. Sus facciones, curtidas por el viento y el sol, ofrecen rasgos perfectamente regulares, mezclándose en ellas con extraña armonía la volubilidad y ese no se qué imposible de definir que constituye la gracia, con esa leve expresión de la osadía que dilata imperceptiblemente la nariz y pliega el labio en ademán desdeñoso. Nada más pintoresco y sencillo á la vez que su traje. Un apretador de colores vivos les ciñe la cintura y deja ver la camisa, blanca como la nieve, que se pliega en derredor del cuello, sobre el que se levanta erguida, morena y varonil, la cabeza coronada de cabellos oscuros y abundantes. Una saya corta, airosa y encarnada ó amarilla, les llega justamen-