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Gustavo A. Becquer.

el fondo oscuro del follaje, los monges blancos que van y vienen silenciosos alrededor de su abadía, ó una muchacha de la aldea que pasa por ventura al pie de la cruz con un manojo de flores en el halda, se arrodilla un momento y deja un lirio azul sobre los peldaños. Luego, un suspiro que se confunde con el rumor de las hojas; después... ¡qué sé yo!... escenas sueltas de no sé qué historia que yo he oído ó que inventaré algún día; personajes fantásticos que, unos tras otros, van pasando ante mi vista, y de los cuales cada uno me dice una palabra ó me sugiere una idea: ideas y palabras que más tarde germinarán en mi cerebro, y acaso den fruto en el porvenir.

La aproximación del correo viene siempre á interrumpir una de estas maravillosas historias. En el profundo silencio que me rodea, el lejano rumor de los pasos de su caballo que cada vez se percibe más distinto, lo anuncia á larga distancia; por fin llega adonde estoy, saca el periódico de la bolsa de cuero que trae terciada al hombro, me lo entrega, y después de cambiar algunas palabras ó un saludo, desaparece por el extremo opuesto del camino que trajo.

Como le he visto nacer, como desde que vino al mundo he vivido con su vida febril y apasionada, El Contemporáneo no es para mí un papel como otro cualquiera, si no que sus columnas son ustedes