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Gustavo A. Becquer.

me anunció que habíamos llegado á la más alta de las cumbres que por la parte de Tarazona rodean el valle, término de mis peregrinaciones. Allí, después de haberme apeado de la caballería para seguir á pie el poco camino que me faltaba, pude exclamar como los Cruzados á la vista de la ciudad santa:

Ecco aparir Gierusalem si vede.


En efecto; en el fondo del melancólico y silencioso valle, al pie de las últimas ondulaciones del Moncayo, que levantaba sus aéreas cumbres coronadas de nieve y de nubes, medio ocultas entre el follaje oscuro de sus verdes alamedas y heridas por la última luz del sol poniente, vi las vetustas murallas y las puntiagudas torres del monasterio, en donde ya instalado en una celda, y haciendo una vida mitad por mitad literaria y campestre, espera vuestro compañero y amigo recobrar la salud, si Dios es servido de ello, y ayudaros á soportar la pesada caiga del periódico en cuanto la enfermedad y su natural propensión á la vagancia se lo permitan.