Página:Obras de Bécquer - Vol. 2.djvu/159

Esta página ha sido corregida
153
¡Es raro!.

puedo decir que cuando le hablaban de ella, se oscurecía su frente, y exclamaba con un suspiro: ¡Ya pasó aquello!

Todos decimos lo mismo, recordando con tristeza las alegrías pasadas. ¿Era ésta la explicación de la suya? Repito que no lo sé; pero sospecho que no.

Ya joven, se lanzó al mundo. Sin que por esto se crea que yo trato de calumniarle, la verdad es que el mundo para los pobres, y para cierta clase de pobres sobre todo, no es un paraíso ni mucho menos. Andrés era, como suele decirse, de los que se levantan la mayor parte de los días con veinticuatro horas más; juzguen, pues, mis lectores cuál sería el estado de un alma toda idealismo, toda amor, ocupada en la difícil cuanto prosaica tarea de buscarse el pan nuestro cotidiano.

No obstante, algunas veces, sentándose á la orilla de su solitario lecho, con los codos sobre las rodillas y la cabeza entre las manos, exclamaba:

— ¡Si yo tuviese alguien á quien querer con toda mi alma! ¡Una mujer, un caballo, un perro siquiera!

Como no tenía un cuarto, no le era posible tener nada, ningún objeto en que satisfacer su hambre de amor. Esta se exasperó hasta el punto de que en sus crisis llegó á cobrarle cariño al cuchitril donde habitaba, á los mezquinos muebles que