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EL MISERERE
ace algunos meses, que visitándola célebre abadía de Fitero y ocupándome en revolver algunos volúmenes en su abandonada biblioteca, descubrí en uno de sus rincones dos ó tres cuadernos de música bastante
antiguos, cubiertos de polvo y hasta comenzados á roer por los ratones.
Era un Miserere.
Yo no sé la música; pero le tengo tanta afición, que aun sin entenderla, suelo coger á veces la partitura de una ópera, y me paso las horas muertas hojeando sus páginas, mirando los grupos de notas más ó menos apiñadas, las rayas, los semicírculos, los triángulos y las especies de etcéteras, que llaman llaves, y todo esto sin comprender una jota ni sacar maldito el provecho.