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El gnomo.

toria, cuentan que dijo el rey á la pastorcita: — Pídeme lo que quieras, que aun cuando fuese la mitad de mi reino, juro que te lo he de dar al instante.

— Yo no quiero más que volverme á cuidar de mi rebaño, respondió la pastorcita. — No cuidarás sino de mis fronteras, le replicó el rey, y le dió el señorío de toda la raya, y la mandó edificar una fortaleza en el pueblo más fronterizo á Castilla, adonde se trasladó la pastora, casada ya con uno de los favoritos del rey, noble, galán, valiente y señor asimismo de muchas fortalezas y muchos feudos.

La estupenda relación del tío Gregorio acerca de los gnomos del Moncayo, cuyo secreto estaba en la fuente del lugar, exaltó nuevamente las locas fantasías de las dos enamoradas hermanas, completando, por decirlo así, la ignorada historia del tesoro hallado por la pastorcita de la conseja; tesoro cuyo recuerdo había turbado más de una vez sus noches de insomnio y de amargura, presentándose á su imaginación como un débil rayo de esperanza.

La noche siguiente á la tarde del encuentro con el tío Gregorio, todas las muchachas del lugar hicieron conversación en sus casas de la estupenda historia que les había referido. Marta y Magdalena guardaron un profundo silencio, y ni en aque-