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El gnomo.

paso; ellos los que llaman con el granizo á nuestros cristales en las noches de lluvia, y corren como llamas azules y ligeras sobre el haz de los pantanos. Entre estos espíritus, que arrojados de las llanuras por las bendiciones y los exorcismos de la Iglesia, han ido á refugiarse á las crestas inaccesibles de las montañas, los hay de diferente naturaleza, y que al aparecer á nuestros ojos se revisten de formas variadas. Los más peligrosos, sin embargo, los que se insinúan con dulces palabras en el corazón de las jóvenes y las deslumhran con promesas magníficas, son los gnomos. Los gnomos viven en las entrañas de los montes; conocen sus caminos subterráneos, y, eternos guardadores de los tesoros que encierran, velan día y noche junto á los veneros de los metales y las piedras preciosas. ¿Veis? prosiguió el viejo señalando con el palo que le servía de apoyo la cumbre del Moncayo, que se levantaba á su derecha, destacándose oscuro y gigantesco sobre el cielo violado y brumoso del crepúsculo; ¿veis esa inmensa mole coronada aún de nieve? pues en su seno tienen sus moradas esos diabólicos espíritus. El palacio que habitan es horroroso y magnífico á la vez. Hace muchos años que un pastor, siguiendo á una res extraviada, penetró por la boca de una de esas cuevas, cuyas entradas cubren espesos matorrales, y cuyo fin no ha visto ninguno. Cuando volvió al lugar, estaba