Inclinado sobre el abismo sin fondo, el creador los seguía con una mirada satisfecha, y aquellos mundos luminosos y perfectos, poblados de seres felices y hermosísimos sobre toda ponderación, que son esos astros que, semejantes á los soles, vemos aún en las noches serenas, entonaban un himno de alegría á su Dios, girando sobre sus ejes de diamante y oro con una cadencia majestuosa y solemne.
Los pequeñuelos grandharvas, sin atreverse ni aún á respirar, se miraban espantados entre sí, llenos de estupor y miedo ante aquel espectáculo grandioso.
Cansóse Brahma de hacer experimentos, y abandonando el laboratorio, n? sin haberle echado, al salir, la llave y guardándola en el bolsillo, tornó á montar sobre su cisne con el objeto de tomar el aire. ¿Pero cuál no seria su preocupación cuando él, que todo lo ve y todo lo sabe, no advirtió