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LA CREACIÓN

Cuando no existían ni el espacio ni el tiempo, la Maya flotaba á su alrededor como una niebla confusa, pues absorto en la contemplación de sí mismo, aún no lo había fecundado con sus deseos.

Como todo cansa, Brahma se cansó de contemplarse, y levantó los ojos de una de sus cuatro caras y se encontró consigo mismo, y abrió airado los de otra y torno á verse, porque él lo ocupaba todo, y todo era él.

La mujer hermosa, cuando pule el acero y contempla su imagen, se deleita en sí misma; pero al cabo busca otros ojos donde fijar los suyos, y, si no los encuentra, se aburre.

Brahma no es vano como la mujer, porque es perfecto. Figuróos si se aburriría de hallarse solo, solo en medio de la eternidad y con cuatro pares de ojos para verse.

IV

Brahma deseó por primera vez, y su deseo, fecundando la creadora Maya que lo envolvía, hizo brotar de su seno millones de puntos de luz, semejantes á estos átomos microscópicos y encendidos que nadan en el rayo del sol que penetra por entre la copa de los árboles.

Aquel polvo de oro llenó el vacío, y al agitarse