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XVIII
PRÓLOGO

los ímprobos trabajos de los primeros días, el mal, estar de la hora presente, la cruel incertidumbre de lo cercano; pero la desdicha tenía que habérselas con veteranos de sus rigores. Ambos hermanos unieron sus esfuerzos, y mientras el uno dibujaba admirablemente maderas para Gaspar y Roig ó La Ilustración de Madrid, el otro traducía novelas insulsas ó escribía artículos originales, como el de Las hojas secas, contentos con vivir juntos y llevar pan á sus tiernos hijos, hablando el pintor de sus futuros cuadros, para cuando tuviera lienzos, y el poeta de sus grandiosas concepciones, para verlas realizadas, cuando la perentoria necesidad del día no fuese precipitado final de sus ensueños.

Una de las formas que más complacen á la Desgracia entre el sinnúmero de sus horribles disfras, es la de la Felicidad. Como el tigre con su presa, parece jugar con sus víctimas; y cuando el golpear de sus fatales hábitos ha embotado las sensaciones, semeja abandonar á los que atormenta, y siempre acechando, deja que se olviden de ella, permite que el bienestar se introduzca temeroso aún en su morada, que los sueños color de rosa acaricien tímidas fantasías; y cuando ya el mortal, objeto de sus odios, créese libre de sus ultrajes, tiende de pronto su garra certera y pone fin con un tormento, inesperado é irremediable á todas las agonías, helando en los labios la sonrisa