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II
PRÓLOGO

se compensan con su gloria; los segundos son ya del dominio frío y severo de la crítica.

Sólo una cosa advertiremos siempre á los lectores de Gustavo: que nada de lo que dejó, escribiólo con intención de que formase un libro, y, como dijimos en la primera edición, sus grandes imaginaciones, sus alegatos de merecimiento ante la posteridad, bajaron con él al sepulcro. Calculese ahora, por la popularidad y el respeto que su memoria ha alcanzado con fútiles destellos de su preclara inteligencia, á qué altura se hubiera elevado, si la miseria aguijándole y faltándole la vida, no hubieran sido éstos los cauces imprescindibles de aquel atormentado cerebro.

Dos palabras más sobre Gustavo.

Hay quienes han querido censurarle por su novedad.

Hay muchos que han querido imitarle.

Ni unos ni otros le han comprendido bien.

Las rimas de Becquer no son la total expresión de un poeta, sino de lo que de un poeta se conoce.

Por consecuencia, el tamaño, carácter y estilo de sus composiciones no tienen más forma que aquella en que estuvieron concebidas y calcadas, y este es su principal mérito.

Defenderse con el Diccionario, arrebatar el oído