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mente, para que así lo decretaran en perjuicio tuyo. Tambien, amigos mios, debo hacer mencion de la conducta que Sócrates observó en la retirada de nuestro ejército, despues de la derrota de Delio. Yo me encontraba á caballo, y él á pié y con armas pesadas. Nuestras tropas comenzaban á huir por todas partes, y Sócrates se retiraba con Laques. Los encontré y los exhorté á que tuvieran ánimo, que yo no les abandonaria. Aquí conocí yo á Sócrates mejor que en Potidea, porque encontrándome á caballo, no tenia necesidad de ocuparme tanto de mi seguridad personal. Observé desde luego lo mucho que superaba á Laques en presencia de ánimo, y ví que allí, como si estuviera en Atenas, marchaba Sócrates altivo y con mirada desdeñosa[1], valiéndome de tu expresion, Aristófanes. Consideraba tranquilamente ya á los nuestros, ya al enemigo, haciendo ver de lejos por su continente que no se le atacaria impunemente. De esta manera se retiraron sanos y salvos él y su compañero, porque en la guerra no se ataca ordinariamente al que muestra tales disposiciones, sino que se persigue más bien á los que huyen á todo correr.

Podria citar en alabanza de Sócrates gran número de hechos no ménos admirables; pero quizá se encontrarian otros semejantes de otros hombres. Mas lo que hace á Sócrates digno de una admiracion particular, es que no se encuentra otro que se le parezca, ni entre los antiguos, ni entre nuestros contemporáneos. Podrá, por ejemplo, compararse á Brasidas[2] ó cualquiera otro con Aquiles, á Pericles con Nestor ó Antenor; y hay otros personajes entre quienes seria fácil reconocer semejanzas. Pero no se encontrará ninguno, ni entre los antiguos, ni entre los


Plantilla:Listerf

  1. Expresiones aplicadas á Sócrates en el coro de las nubes de Aristófanes, v. 361.
  2. General lacedemonio, muerto en Antípolis en la guerra del Peloponeso.—Tucídides, V, 6.