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—Es cierto.

—Y sin embargo, ves que no se llama á todos poetas, sino que se les da otros nombres, y una sola especie de poesía tomada aparte, la música y el arte de versificar, han recibido el nombre de todo el género. Esta es la única especie, que se llama poesía; y los que la cultivan, los únicos á quienes se llaman poetas.

—Eso es tambien cierto.

—Lo mismo sucede con el amor; en general es el deseo de lo que es bueno y nos hace dichosos, y este es el grande y seductor amor que es innato en todos los corazones. Pero todos aquellos, que en diversas direcciones tienden á este objeto, hombres de negocios, atletas, filósofos, no se dice que aman ni sè los llama amantes; sino que sólo aquellos, que se entregan á cierta especie de amor, reciben el nombre de todo el género, y á ellos solos se les aplican las palabras, amar, amor, amantes.

—Me parece que tienes razon, la dije.

—Se ha dicho, replicó ella, que buscar la mitad de sí mismo es amar. Pero yo sostengo, que amar no es buscar ni la mitad ni el todo de sí mismo, cuando ni esta mitad ni este todo son buenos; y la prueba, amigo mio, es que consentimos en dejarnos cortar el brazo ó la pierna, aunque nos pertenecen, si creemos que estos miembros están atacados de un mal incurable. En efecto; no es lo nuestro lo que nosotros amamos, á menos que no miremos como nuestro y perteneciéndonos en propiedad lo que es bueno, y como extraño lo que es malo, porque los hombres sólo aman lo que es bueno. ¿No es esta tu opinion?

—¡Por Júpiter! pienso como tú.

—¿Basta decir que los hombres aman lo bueno?

— Sí.

—¡Pero qué! ¿No es preciso añadir, que aspiran tambien á poseer lo bueno?

—Es preciso.