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dijo: es preciso Eriximaco, que me libres de este hipo ó hables en mi lugar hasta que haya cesado.

—Haré lo uno y lo otro, respondió Eriximaco, porque voy á hablar en tu lugar, y tú hablarás en el mio, cuando tu incomodidad haya pasado. Pasará bien pronto, si mientras yo hable, retienes la respiracion por algun tiempo, y si no pasa, tendrás que hacer gárgaras con agua. Si el hipo es demasiado violento, coge cualquiera cosa, y hazte cosquillas en la nariz; á esto se seguirá el estornudo; y si lo repites una ó dos veces, el hipo cesará infaliblemente, por violento que sea.

—Comienza luego, dijo Aristófanes.

—Voy á hacerlo, dijo Eriximaco, y se explicó de esta manera:

«Pausanias ha empezado muy bien su discurso, pero pareciéndome que á su final no lo ha desenvuelto suficientemente, creo que estoy en el caso de completarlo. Apruebo la distincion que ha hecho de los dos amores, pero creo haber descubierto por mi arte, la medicina, que el amor no reside sólo en el alma de los hombres, donde tiene por objeto la belleza, que hay otros objetos y otras mil cosas en que se encuentra; en los cuerpos de todos los animales, en las producciones de la tierra; en una palabra, en todos los séres; y que la grandeza y las maravillas del dios brillan por entero, lo mismo en las cosas divinas que en las cosas humanas. Tomaré mi primer ejemplo de la medicina, en honor á mi arte.

»La naturaleza corporal contiene los dos amores; porque las partes del cuerpo que están sanas y las que están enfermas constituyen necesariamente cosas desemejantes, y lo desemejante ama lo desemejante. El amor, que reside en un cuerpo sano, es distinto del que reside en un cuerpo enfermo, y la máxima, que Pausanias acaba de sentar: que es cosa bella conceder sus favores á un amigo virtuoso, y cosa fea entregarse al que está animado de una pasion