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no gastar el tiempo en una cosa tan incierta; porque ¿quién sabe lo que resultará un dia de tan tierna juventud; qué giro tomarán el cuerpo y el espíritu, y hácia qué punto se dirigirán, si hácia el vicio ó si hácia la virtud? Los sabios ya se imponen ellos mismos una ley tan justa; pero seria conveniente hacerla observar rigurosamente por los amantes populares de que hablamos. y prohibirlos esta clase de compromisos, como se les impide, en cuanto es posible, amar las mujeres de condicion libre. Estos son los que han deshonrado el amor hasta tal punto, que han hecho decir que era vergonzoso conceder sus favores á un amante. Su amor intempestivo é injusto por la juventud demasiado tierna es lo único que ha dado lugar á semejante opinion, siendo así que nada de lo que se hace segun principios de sabiduría y de honestidad puede ser reprendido justamente.

»No es difícil comprender las leyes que arreglan el amor en otros países, porque son precisas y sencillas. Sólo las costumbres de Atenas y de Lacedemonia necesitan explicacion. En la Elides, por ejemplo, y en la Beocia, donde se cultiva poco el arte de la palabra, se dice sencillamente que es bueno conceder sus amores á quien nos ama, y nadie encuentra malo esto, sea jóven ó viejo. Es preciso creer que en estos países está autorizado así el amor para allanar las dificultades y para hacerse amar sin necesidad de recurrirá los artificios del lenguaje, que desconoce aquella gente. Pero en la Jonia y en todos los países sometidos á la dominacion de los bárbaros se tiene este comercio por infame; se proscriben igualmente allí la filosofía y la gimnásia, y es porque los tiranos no gustan ver que entre sus súbditos se formen grandes corazones ó amistades y relaciones vigorosas, que es lo que el amor sabe crear muy bien. Los tiranos de Atenas hicieron en otro tiempo la experiencia. La pasion de Aristogiton y la fidelidad de Harmodio trastornaron su dominacion. Es claro que en estos