que Patrocio, sino que todos los demás héroes. No tenia aún pelo de barba y era mucho más jóven, como dice Homero[1]. Verdaderamente si los dioses aprueban lo que se hace por la persona que se ama, ellos estiman, admiran y recompensan mucho más lo que se hace por la persona por quien es uno amado. En efecto, el que ama tiene un no sé qué de más divino que el que es amado, porque en su alma existe un dios; y de aquí procede el haber sido tratado mejor Aquiles que Alceste, despues de su muerte en las islas de los afortunados. Concluyo, pues, que de todos los dioses el Amor es el más antiguo, el más augusto, y el más capaz de hacer al hombre feliz y virtuoso durante su vida y despues de su muerte.»>
Así concluyó Fedro. Aristodemo pasó en silencio algunos otros, cuyos discursos habia olvidado, y se fijó en Pausanias, que habló de esta manera:
—«Yo no apruebo, ¡oh Fedro! la proposicion de alabar el Amor tal como se ha hecho. Esto seria bueno, si no hubiese más Amor que uno, pero como no es así, hubiera sido mejor decir ántes cuál es el que debe alabarse. Es lo que me propongo hacer ver. Por lo pronto diré cuál es el Amor, que merece ser alabado; y despues lo alabaré lo más dignamente que me sea posible. Es indudable que no se concibe á Venus sin el Amor, y si no hubiese más que una Venus, no habria más que un Amor; pero como hay dos Venus, necesariamente hay dos Amores. ¿Quién duda de que hay dos Venus? La una de más edad, hija del cielo, que no tiene madre, à la que llamaremos la Venus celeste; la otra más jóven, hija de Júpiter y de Dione, á la que llamaremos la Venus popular. Se sigue de aquí que de los dos Amores, que son los ministros de estas dos Venus, es preciso llamar al uno celeste y al otro popular. Todos los dioses sin duda son dignos de ser honrados,