Es tambien el más sutil, sin lo cual no podria, como lo hace, deslizarse por todas partes, penetrar en todos los corazones y salir de ellos; y el más gracioso, puesto que, fiel al viejo adagio, que el Amor y la fealdad están en guerra va siempre acompañado por la hermosura. El Amor es el mejor de los dioses, como que es el más justo, puesto que no ofende nunca ni nunca es ofendido; el más moderado, puesto que la templanza consiste en dominar los placeres, y no hay un placer mayor que el amor; el más fuerte, porque ha vencido al mismo Marte, al dios de la victoria; el más hábil, en fin, porque á su arbitrio crea los poetas y los artistas y es el maestro de Apolo, de las Musas, de Vulcano, de Minerva y de Júpiter. Despues de esta ingeniosa pintura de la naturaleza del Amor, Aga- ton quiere, como se habia propuesto, celebrar sus bene- ficios. Lo hace en una peroracion brillante, grabada con ese sello de elegancia un tanto amanerada, que caracte- rizaba su talento, y del cual Platon ha querido presentar una copia fiel y algun tanto irónica. «La elocuencia de Agaton, va á decir Sócrates, me recuerda á Gorgias.»
Todos los convidados han expresado libremente sus ideas sobre el amor; Sócrates es el único que continúa silencioso. No sin razon habla el último. Evidentemente es el intérprete directo de Platon, y en su discurso es donde expresamente debe buscarse la teoría platoniana. Hé aquí por qué se compone de dos partes: la una crítica, en la que Sócrates rechaza lo que le parece inadmisible en todo lo que se habia dicho y especialmente en el discurso de Agaton; la otra dogmática, donde da, respetando la di- vision de Agaton, su propia opinion sobre la naturaleza y sobre los efectos del amor. Veamos el análisis.
El discurso de Agaton es muy bello, pero quizá tiene más poesía que filosofía; quizá es más aparente que ver- dadero. Sienta, en efecto, que el Amor es dios, que es bello y que es bueno; pero nada de esto es cierto. El