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ARGUMENTO.



El objeto de este diálogo es el Amor. Hé aquí por de pronto el preámbulo, ninguna de cuyas circunstancias es indiferente. El ateniense Apolodoro cuenta á varias personas, que no se citan, la historia de una comida dada por Agaton á Sócrates, á Fedro, al médico Eriximaco, al poeta cómico Aristófanes y á otros, cuando alcanzó el premio por su primera tragedia. Apolodoro no asistió á la comida, pero supo los pormenores por un tal Aristodemo, uno de los convidados, cuya veracidad está comprobada con el testimonio de Sócrates. Estos pormenores están tanto más presentes en su memoria, cuanto que de allí á poco tuvo ocasion de referirlos. Hasta los más sencillos tienen su importancia.—Ya tenemos los convidados reunidos en casa de Agaton; sólo Sócrates se hace esperar. Se le ve dirigirse pensativo á la casa de Agaton, detenerse largo rato á la puerta, inmóvil y absorto, á pesar de las repetidas veces que se le llama mientras se da principio á la comida. ¿No es esto una imágen sensible de su frugalidad proverbial, de su tendencia decidida á la meditacion más que á esa actividad exterior que distrae á los demás hombres? Entra, por fin, en casa de Agaton al terminarse la comida, y su llegada imprime à la reunion un carácter de sobriedad y de gravedad desacostumbradas. Siguiendo el consejo de Eriximaco, los convidados acuerdan beber moderadamente, despedir á la tocadora de flauta y entablar alguna conversacion. ¿De qué se hablará? Del Amor. Hé aquí á Platon en su elemento. ¡Con qué arte