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de Pithos. Si recuerdas algun Melito de Pithos de pelo laso, barba escasa y nariz aguileña, ese es mi acusador.

No le recuerdo, Sócrates. ¿Pero cuál es la acusacion que intenta contra ti?

¿Qué acusacion? Una acusacion que supone no ser un hombre ordinario; porque en los pocos años que cuenta no es poco estar instruido en materias tan importantes. Dice que sabe lo que hoy dia se trabaja para corromper la juventud, y que sabe quiénes son los corruptores. Sin duda este jóven es mozo muy entendido, que habiendo conocido mi ignorancia viene á acusarme de que corrompo sus compañeros y me arrastra ante el tribunal de la patria como madre comun. Y es preciso confesarlo; es el único que me parece conocer los fundamentos de una buena política; porque la razon quiere que un hombre de Estado comience siempre por la educacion de la juventud, para hacerla tan virtuosa cuanto pueda serlo; á la manera que un buen jardinero fija su principal cuidado en las plantas tiernas, para despues extenderlo á las demás. Sin duda Melito observa la misma conducta, y comnienza por echarnos fuera á nosotros, los que dice que corrompemos la flor de la juventud. Y despues que lo haya conseguido extenderá indudablemente sus cuidados benéficos á las demás plantas más crecidas, y de esta manera hará á su patria los más grandes y numerosos servicios; porque no podemos prometernos ménos de un hombre que comienza con tan favorables auspicios.

¡Ójala sea así, Sócrates! Pero me temo que ha de ser todo lo contrario; porque atacándote á tí me parece que ataca á su patria en lo que tiene de más sagrado. Pero te suplico me digas qué es lo que dice que tú haces para corromper la juventud.