Estoy altamente satisfecho ¡por Juno! mi querido Sócrates, al ver lo bien que sostienes la reputacion de tu padre, el mejor de los hombres; y quiero que en adelante tus intereses sean los mios, como los mios serán los tuyos.
Haces muy bien, Lisímaco, no le dejes marchar; porque le he visto en muchas ocasiones sostener, no sólo la reputacion de su padre, sino tambien la de su patria. En la derrota de Delio se retiró conmigo, y puedo asegurarte que si todos los demás hubiesen cumplido su deber como él, nuestra ciudad se hubiera sostenido y no hubiera experimentado tan triste desgracia.
Sócrates, hé aquí un magnífico elogio que de tí se hace en este acto; y por quién? por gentes muy dignas de ser creidas en todas las cosas y particularmente en estas. Te aseguro que nadie oye este elogio con más placer que yo. Estoy gozoso por la gran reputacion que has sabido adquirirte, y cuéntame en el número de los que desean más tu felicidad. Has debido venir muchas veces á vernos, como un amigo de la casa. Comienza desde hoy, puesto que hemos renovado una amistad antigua; únete á nosotros y á estos jóvenes, para que tú y ellos conserveis vuestra amistad, como un depósito paterno. Esperamos que así lo harás, y por nuestra parte no te perinitiremos que lo olvides. Pero volviendo á nuestro objeto; ¿qué dices? ¿qué te parece? ¿este ejercicio de la esgrima merece ser aprendido por los jóvenes?
Sobre esto, Lisímaco, trataré de darte el mejor consejo de que sea capaz, y no dejaré de cumplir cuanto me ordenes; pero como soy el más jóven y tengo ménos experiencia que todos vosotros, es justo que os oiga ántes, y