ARGUMENTO.
Nada ménos complicado que este diálogo. Marcha muy llanamente á un objeto muy sencillo. Un análisis rápido va á demostrarlo.
Habiendo llegado la víspera, de Potidea, Sócrates entra en la palestra de Taureas, y encuentra allí á sus amigos Querefon, Critias y otros, les da nuevas del ejército y pregunta á qué altura se halla la filosofía. Se le presenta Carmides, niño cuando su partida, y que era ya un jóven formado y admirablemente hermoso; y se empeña la conversacion primero con Carmides y despues con Critias.
Carmides es hermoso; se dice que tambien es sabio, y él no está léjos de creerlo. Pero si es sabio, tiene el convencimiento de serlo, y si tiene el convencimiento, se halla en estado de definir la sabiduría. ¿Qué es por lo tanto la sabiduría?
La mesura, responde Carmides. —No, dice Sócrates, porque la sabiduría es inseparable de la belleza, y no es bello andar, leer, aprender, tocar la lira, luchar, deliberar hacer cualquiera otra cosa con mesura, es decir, con lentitud. Es el pudor. —Tampoco, porque la sabiduría es siempre buena, y el pudor es algunas veces malo, testigo el verso de Homero:
En tal caso, la sabiduría consiste en hacer lo que nos es propio. —Tampoco, y ántes por lo contrario seria una verdadera locura exigir que cada uno escriba sólo su nombre y no el de otros, que teja él mismo su vestido,