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con todos sus bienes; y si hay alguno que no pudiendo acomodarse á nuestros usos, quiere irse á una colonia ó á cualquiera otro punto, no hay uno entre vosotros que se oponga á ello y puede libremente marcharse á donde le acomode. Pero tambien los que permanecen, despues de haber considerado detenidamente de qué manera ejercemos la justicia y qué policía hacemos observar en la república, yo les digo que están obligados á hacer todo lo que les mandemos, y si desobedecen, yo los declaro injustos por tres infracciones: porque no obedecen á quien les ha hecho nacer; porque, desprecian á quien los ha alimentado; porque, estando obligados á obedecerme, violan la fe jurada, y no se toman el trabajo de convencerme si se les obliga á alguna cosa injusta; y bien que no haga más que proponer sencillamente las cosas sin usar de violencia para hacerme obedecer, y que les de la eleccion entre obedecer ó convencernos de injusticia, ellos no hacen ni lo uno ni lo otro. Hé aquí, Sócrates, la acusacion de que te harás acreedor si ejecutas tu designio, y tú serás mucho más culpable que cualquiera otro ciudadano.» Y si yo le pidiese la razon, la ley me cerraria sin duda la boca diciéndome, que yo estoy más que todos los demás ciudadanos sometido á todas estaş condiciones. «Yo tengo, me diria, grandes pruebas de que la ley y la república han sido de tu agrado, porque no hubieras permanecido en la ciudad como los demás atenienses, si la estancia en ella no te hubiera sido más satisfactoria que en todas las demás ciudades. Jamás ha habido espectáculo que te haya obligado á salir de esta ciudad, salvo una vez cuando fuiste á Corinto para ver los juegos[1]; jamás has salido que no sea á expediciones


  1. Eran los juegos que cada tres años se celebraban en el istmo de Corinto en honor de Neptuno, desde que Teseo los habia renovado.