un cualquiera que llegue, ó sólo por el que sea médico ó maestro de gimnasia?
Por este sólo sin duda.
¿Debe temer la reprension y estimar las alabanzas de éste solo y despreciar lo que le digan los demás?
Sin duda.
Por esta razon ¿debe ejercitarse, comer, beber, segun le prescriba este maestro y no dejarse dirigir por el capricho de todos los demás?
Eso es incontestable.
He aquí sentado el principio. ¿Pero si desobedeciendo á este maestro y despreciando sus atenciones y alabanzas, se deja seducir por las caricias y alabanzas del pueblo y de los ignorantes, no le resultará mal?
¿Cómo no le ha de resultar?
¿Pero este mal de qué naturaleza será? ¿á qué conducirá? ¿y qué parte de este hombre afectará?
A su cuerpo, sin duda, que infaliblemente arruinará.
Muy bien, hé aquí sentado este principio; ¿pero no sucede lo mismo en todas las demás cosas? Porque sobre lo justo y lo injusto, lo honesto y lo inhonesto, lo bueno y lo malo, que eran en este momento la materia de nuestra discusion, nos atendremos más bien á la opinion del pueblo que á la de un solo hombre, si se encuentra uno muy experto y muy hábil, por el que sólo debamos tener