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bien se dió la preferencia á las obras de Aristóteles como sucedia en el resto de Europa, llegando á veintidos lógicas las que se publicaron en los siglos xvi y xvii en nuestro país sobre la base del Organum de Aristóteles, tambien aparecieron una traduccion latina concordante de Platon y de Aristóteles en el Timeo, en el Fedon y en los libros de la República, debida á la pluma de Sebastian Foxio, y una traduccion en lengua castellana del Cratilo y de Gorgias por Pedro Simon Abril; indicaciones harto evidentes del espíritu místico ó neo-platónico que se infiltró en nuestros sabios en los siglos que siguieron al Renacimiento.

El siglo xviii fué funesto para el platonismo, como lo fué para todos los sistemas racionalistas. El yugo de hierro que impuso á las inteligencias en la vecina Francia la filosofía empírica, sostenida por Locke y Condillac, hizo que se miraran con horror el platonismo, el malebranchismo, el cartesianismo, los cuales, decia Garat, imponen al hombre agentes ó ídolos que han obtenido del espíritu humano un culto supersticioso, culto que convirtió las escuelas en templos; pero cuyas estátuas y altares despedazó primero el gran Bacon[1].

Pero la reaccion comenzada en Alemania á fines del siglo último, y realizada en el presente en toda Europa, es inmensa, ya por el descrédito en que ha caido el empirismo, ya por la altura á que se han elevado todas las cuestiones filosóficas en el campo del idealismo, y ya por


  1. Exposicion histórico-crítica de los sistemas filosóficos, tomo IV, p. 39.