les para hacerlo comprender á alguno de vosotros, porque si os digo que callar en el destierro seria desobedecer á Dios, y que por esta razon me es imposible guardar silencio, no me creeriais y mirariais esto como una ironía; y si por otra parte os dijese que el mayor bien del hombre es hablar de la virtud todos los dias de su vida y conversar sobre todas las demás cosas que han sido objeto de mis discursos, ya sea examinándome á mí mismo, ya examinando á los demás, porque una vida sin exámen no es vida, aún me creeriais menos. Así es la verdad, atenienses, por más que se os resista creerla. En fin, no estoy acostumbrado á juzgarme acreedor á ninguna pena. Verdaderamente si fuese rico, me condenaria á una multa tal, que pudiera pagarla, porque esto no me causaria ningun perjuicio; pero no puedo, porque nada tengo, á menos que no querais que la multa sea proporcionada á mi indigencia, y en este concepto podria extenderme hasta una mina de plata, y á esto es á lo que yo me condeno. Pero Platon, que está presente, Criton, Critobulo y Apolodoro quieren que me extienda hasta treinta minas, de que ellos responden. Me condeno pues á treinta minas, y hé aquí mis fiadores, que ciertamente son de mucho abono.
(Habiéndose Sócrates condenado á sí mismo á la multa por obedecer á la ley, los jueces deliberaron y le condenaron á muerte, y entónces Sócrates tomó la palabra y dijo:)
En verdad, atenienses, por demasiada impaciencia y precipitacion vais á cargar con un baldon y dar lugar á vuestros envidiosos enemigos á que acusen á la república de haber hecho morir á Sócrates, á este hombre sabio, porque para agravar vuestra vergonzosa situacion, ellos me llamarán sabio aunque no lo sea. En lugar de que si