los dias á la Orquesta, por un draema á lo más? ¡Magnífica ocasion se les presentaba para burlarse de Sócrates, si Sócrates se atribuyese doctrinas que no son suyas y tan extrañas y absurdas por otra partel Pero dime en nombre de Júpiter, ¿pretendes que yo no reconozco ningun Dios?
Sí, ¡por Júpiter! tú no reconoces ninguno.
Dices, Melito, cosas increibles, ni estás tampoco de acuerdo contigo mismo. A mi entender parece, atenienses, que Melito es un insolente, que no ha intentado esta acusacion sino para insultarme, con toda la audacia de un imberbe, porque justamente sólo ha venido aquí para tentarme y proponerme un enigma, diciéndose á sí mismo:—Veamos, si Sócrates, este hombre que pasa por tan sabio, reconoce que me burlo y que digo cosas que se contradicen, ó si consigo engañar, no sólo á él, sino á todos los presentes. Efectivamente se contradice en su acusacion, porque es como si dijera: —Sócrates es culpable en cuanto no reconoce dioses y en cuanto los reconoce.— Y no es esto burlarse? Así lo juzgo yo. Seguidme, pues, atenienses, os lo suplico, y como os dije al principio, no os irriteis contra mí, si os hablo á mi manera ordinaria.
Respóndeme, Melito. ¿Hay alguno en el mundo que crea que hay cosas humanas y que no hay hombres? Jueces, mandad que responda, y que no haga tanto ruido. ¿Hay quien crea que hay reglas para enseñar á los caballos, y que no hay caballos? ¿Que hay tocadores de fláuta, y que no hay aires de fláuta? No hay nadie, excelente Melito. Yo responderé por tí si no quieres responder. Pero díme: hay algun que crea en co as propias de los demonios, y que, sin embargo, crea que no hay demonios?